Nada es para siempre
Nieve. Nevaba. Más nieve. Nieve era todo lo que podía ver desde mi ventana. Estaba sobre un cerro y cuando miraba a través del ventanal solo podía vislumbrar nieve entre los cerros, ni un ser vivo, ni un vecino, ninguna casa aparte de la mía. Bueno, en verdad esa era una de las razones por las que había comprado esa casa, porque allí podía estar solo, disfrutando únicamente de la compañía del recuerdo de una persona que había conocido más de veinte años atrás, por la cual habría dado esos veinte años por un solo minuto más con ella, por una despedida decente, por poderla volver a mirar a los ojos y decirle cuánto la amo, por verla sonreír... ¡ay, qué no daría por retroceder el tiempo! Es cierto cuando dicen que a pesar de todo lo que podamos sentir llega un momento en el que ya ha pasado mucha agua bajo el puente, el viento movió las hojas y ya no están en su lugar previo. A uno le toca continuar la vida pase lo que pase, porque por más horrendo que parezca en su momento, aunque e