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Mostrando entradas de mayo, 2012

Despertando en la nada

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Mirarte es sentir que el amor existe. Mirarte es saber que el ''y vivieron felices por siempre'' es real.  Recordarte es saber que no se puede confiar en nadie. Pensar en lo que fuimos es saber que no vale la pena amar. Abrir los ojos es darse cuenta que el amor no existe. Lo peor es tener que vivir después del despertar.      Estoy cansada de luchar contra la vida, de nada siempre en contra: Una lágrima desciende por mi mejilla. Estoy cansada. Tengo demasiadas cosas en la cabeza y no me sirve ninguna. Tengo toda una vida por delante y nada que hacer con ella. Tengo una decepción en el corazón que no se refleja en mi mirada. Quiero huir de la vida sin morir. Quiero bajar los brazos y no luchar más ya. En mi planeta está lloviendo, pero esta vez las gotas no caen de las nubes, sino de mis ojos. El dolor que encierro en mi alma me mata, me hunde y no me deja escapar. Me gustaría remontarme a cuando todo estaba bien y haría todas las cosas de nuevo. Me gustaría ha

El demonio

    En momentos como este a veces pienso - o siento, no lo sé- que hay un demonio o algo así que me tranca toda la vida, mis sueños, mis ilusiones. Todo lo que quiero se me presenta como una lucha imposible; o quizás es porque estoy demasiado cansada y hasta el escalón más bajo me parece un monte Everest, no lo sé. 

Apariencias

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      Fue el choque el que rompió la máscara.      Meses y meses construyendo una máscara sonriente, una máscara que tuviese fulgor en los ojos, una máscara con margaritas, una máscara bonita que de súbito se resquebraja por el golpe de la impresión que me causó cuando luego del temblor fui a ver a mi pieza qué había sido el estrépito que hubo en ella: se había caído la caja y se habían salido las cosas que guar daba en su interior ; la caja en la que yo guardaba las fotos, las cartas, algunos regalos y los objetos que eran representantes de lo mejor y lo peor que me había sucedido en la vida. Esos recuerdos dolían, dolían bastante, quizás mucho, quizás demasiado, no lo sé.     Observé los objetos por un breve instante previamente agacharme a recogerlos, era tan increíble  cómo no tenían ningún valor comercial, pero sí tenían un inmensurable valor sentimental.     ''Recuerdas cómo nos conocimos?'' Decía una carta en su prefacio. ''Por supuesto que lo recu